Semblanzas de CR: Vanessa Retana

Su trabajo no es nada fácil, pero es clave. Consultora del Banco Mundial, Vanessa Retana
es responsable de que se cumplan las normas sociales y ambientales en los proyectos de
los países en desarrollo. Originaria de Moravia, es una mujer tenaz y preparada, habla
cinco idiomas, baila flamenco y es maratonista. Llegó a Francia a estudiar hace 23 años,
regresó a Costa Rica y alzó vuelo por todo el mundo hasta que, cansada de rodar, dejó
quietas las maletas hace ocho años y se estableció en París, cumpliendo su sueño.

Vanessa es especialista en desarrollo social y ambiental. Su trabajo consiste en asegurar
que se cumplan todos los estándares de las entidades que financian proyectos de
desarrollo.
Los organismos internacionales como el Banco Mundial tienen una serie de condiciones
que deben cumplirse durante la ejecución de los proyectos, sean de construcción de
carreteras, electrificación, hospitales, reforestación, acueductos u otros.
Entre las tareas más importantes de Vanessa está el velar, en cada proyecto, por la
igualdad de género, el respeto a las comunidades indígenas y a los LGTB, la gestión
correcta de los desechos, la seguridad de los empleados, la señalización para evitar
accidentes, el cumplimiento de los derechos de los trabajadores, que no haya ningún tipo
de discriminación, acoso sexual o laboral, ni se permita el trabajo de menores de edad.

Ella suele estar en medio del ‘estira y encoge’ de las negociaciones entre los funcionarios
que financian, los políticos y los beneficiarios. “Es un trabajo de mucha mediación y
mucho diálogo porque por un lado están los equipos de profesionales del banco que son
interdisciplinarios, por otro los representantes de los gobiernos y por otro las
comunidades y las organizaciones locales, todos defendiendo sus prioridades e intereses”,
explica Vanessa.
Por la naturaleza de su trabajo viaja constantemente, sobre todo por Asia y África. En el
último año ha trabajado en Madagascar, Comoros, Nepal, Vietnam, República del Congo,
República Democrática del Congo, Senegal, Guinea (Conakry), Guinea Bissau, Gambia, y
Togo.

“Una parte importante de los proyectos en los que trabajo se relaciona con agroforestería
comunal y con gestión comunitaria de bosques y recursos naturales. Sin embargo,
actualmente también trabajo en proyectos de electrificación y gestión de riesgos
generados por el cambio climático”.
Para ella lo más bonito de su trabajo es cuando está en el terreno. “Ahí es cuando uno se
da cuenta realmente de los beneficios de los proyectos y también de las cosas negativas.
Solo conversando con la gente uno se da cuenta de las verdaderas preocupaciones e
intereses que tienen las comunidades”.
Su trabajo le demanda saber escuchar, pero también ser exigente y a veces enérgica, pues
debe lidiar con políticos y con dirigentes comunales, ante quienes en ocasiones debe ser
firme. “Eso lo he aprendido mucho aquí en Francia, en Costa Rica no estamos formateados
así”, consideró.
Vanessa ha trabajado también con Naciones Unidas, la Cooperación Alemana, la
Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura (FAO) y una decena de entidades
internacionales en el campo del desarrollo. Trabajó también como profesora en la
Universidad de Costa Rica y dando clases en línea sobre derechos humanos a
organizaciones de la sociedad civil y comunidades.
Es abogada de profesión graduada con honores en la Universidad de Costa Rica y
especialista en Derecho Agrario, Derecho Ambiental, Derecho Constitucional y Derechos
Humanos.
Su colega Daniela Álvarez, con quien trabajó en un bufete de abogados, reconoce que la
honestidad es uno de los valores más importantes de Vanessa: “Desde esa que fue mi
primera experiencia laboral, Vane me regaló un parámetro de ética profesional mucho
más estricto que la excelencia técnica y que en su mirar incluyen lealtad, rectitud y
humildad para reconocer los aportes de otros”.

Vanessa llegó a Francia hace 20 años para hacer una maestría en Derecho Ambiental en la
Universidad de Nantes. “Francia era como un sueño inalcanzable para mí, pero aun así
entré a la Alianza a estudiar francés hasta que se dio la oportunidad de conseguir una
beca y pude venir a estudiar en 1998”.
Después de hacer su maestría en Francia, regresó a Costa Rica y empezó a hacer un
doctorado, pero no pudo terminarlo porque su madre enfermó. Siete años más tarde
aplicó para una beca de la Unión Europea y viajó a Sevilla en 2004 donde hizo una
maestría y un doctorado en Derecho Constitucional, que finalizó en la Sorbona en París en
2008. En Francia hizo una pasantía en la UNESCO.

Regresó a Costa Rica a trabajar con la Organización de las Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD), y volvió a España a hacer una maestría en Derechos Humanos, en
Madrid. Después trabajó nuevamente en la UNESCO, en París. De allí pasó a Panamá, con
el PNUD, luego a Washington con WWF y finalmente, cansada de no estar fija en ninguna
parte, decidió establecerse en París de manera definitiva, ‘poser ses valises’ como dicen
los franceses.
Desde 2012, el Banco Mundial le ofreció un escritorio, mucho trabajo en África y Asia y
cumplir su sueño de vivir en esta ciudad.

Paralelamente a que estudiaba Derecho, Vanessa empezó a bailar. Desde los 16 años
estuvo en el Taller Nacional de Danza, en esa época dirigido por Mireya Barboza, una de
las leyendas de la danza costarricense. “Siempre le agradeceré a doña Mireya la acogida
que me brindó”.
“Cuando estuve en Francia haciendo mi maestría en Derecho Ambiental, conocí el
flamenco y desde entonces se convirtió en una pasión que tomó mi vida”. A su regreso a
Costa Rica, bailó con varios grupos y siguió trabajando y bailando, mientras pudo.
En 2004, viajó a España a hacer estudios superiores y continuó bailando y profundizando
en la técnica de este baile andaluz. “En Sevilla bailé como una loca mientras hacía mi
doctorado, era tan feliz bailando que solo obtenía buenas notas”.
Su compañera de escuela Andrea Amighetti la recuerda como tímida y discreta, pero que
sonreía con facilidad: “Recuerdo que era una gran lectora y excelente alumna, una de las
‘verdes’ de la clase. Desde sexto grado supo que estudiaría Derecho. Fiel a sus ideales, en
paralelo a sus estudios de leyes, sobre un tablao flamenco realizó su sueño de bailar”.
“La danza era mi medio de expresión -dice Vanessa-. Yo antes era muy tímida y con la
danza logré expresarme y quitarme esos miedos. Ahora ya no puedo bailar, por mi
trabajo, por los viajes, pero la danza me llevó a continuar la actividad física, entonces
actualmente combino hacer yoga, boot camp y correr”.
Vanessa mantiene su condición física con ese tipo de programa de entrenamientos
militares para civiles (‘boot camp’), y se está preparando para correr la Maratón de París
en abril.

Nacida en Moravia es la mayor de tres hermanos, su hermana vive en la isla francesa de
Guadalupe y su hermano en Costa Rica. Estudió en el Colegio Saint Francis desde la

preparatoria hasta quinto año, para seguir después en la Universidad de Costa Rica. Su
padre es de Guadalupe y su madre nació en Puntarenas. Ambos padres más el Colegio le
heredaron el aprendizaje del inglés. El francés lo aprendió por sus ganas de ir, algún día, a
estudiar a Francia; el italiano por placer y el portugués, por la necesidad en su trabajo.
Está casada desde hace 17 años y no tiene hijos.
Siempre está leyendo noticias de Costa Rica, sigue mucho a Delfino y es una optimista
sobre la situación actual del país. “Para mí ser tica es un gran plus porque yo trabajo
mucho en temas de cambio climático y energías limpias y Costa Rica es un ejemplo, somos
reconocidos también por el tema del pago por servicios ambientales”.
“Yo me siento orgullosa, la imagen del país es muy respetada en el tema de los derechos
humanos. Mis colegas y la gente con la que trabajo en África se sorprenden de que
seamos un país sin ejército”.
Además del gusto por la danza, la lectura y el ejercicio, Vanessa es muy sensible con los
animales y trabajó en forma voluntaria en la Asociación “Poils et Plumes”, cuidando los
gatos abandonados en el parque Buttes Chaumont y alimentando a los patos y a los
gansos. “Cuando venía mi papá a visitarme, íbamos juntos con mi perrita a hacer el
recorrido y darle de comer a los animales”.
La perseverancia es una de sus cualidades. Su constancia le ha permitido lograr todo lo
que se ha propuesto. Así lo destaca su amiga Andrea Amighetti: “Vanessa se ha construido
gracias a su tenacidad, que le permite ejercer hoy como una consultora reconocida, ante
organismos internacionales. Su carácter tenaz se refleja en la práctica de un deporte que
requiere disciplina y resistencia como es correr maratones. Por otra parte, tiene una gran
sensibilidad hacia las minorías y los animales”.
De hecho, está de duelo por la muerte de su mascota que había traído desde Costa Rica.
“Mi perrita representaba mucho para mí, era como tener un pedacito de mi familia y de
mi país aquí en Francia. Los animales te dan mucho amor sin pedir nada a cambio”.
Apenas empieza el año y ya está saliendo de viaje, esta vez a Senegal. Y cuando regrese
repartirá su tiempo entre informes oficiales en su escritorio y su preparación en las orillas
del río Sena para la jornada física más difícil de este año: la maratón de París.

Después de meses de encierro, Vanessa comenzó a viajar de nuevo por el oeste africano,
donde supervisa proyectos financiados por el Banco Mundial. No ha podido hacerse de
otro perrito porque pasa fuera de casa unas tres semanas en el mes y así no hay mascota
que aguante.

Aunque siempre llena de trabajo, sigue su afición por correr y, disciplinada como es,
aprovecha todos los espacios que puede para entrenar. Ya tiene su mira puesta en la
Maratón de Berlín, en el próximo otoño.